Sin duda, las playas del Pacífico colombiano son diferentes a todo lo que cualquier viajero se pueda imaginar, y son diferentes porque son únicas, son el encuentro del mundo costero y oceánico con la mega diversidad terrestre de la selva lluviosa tropical. Son el lugar donde el mar y el río que baja de la montaña se abrazan y se encuentran en forma de esteros tropicales que se convierten en la esencia de la vida misma, pues es ahí en los esteros, donde la vida florece en un multicolor de formas que hacen de este trópico colombiano un paraíso. Manglares diversos, negro, blanco, rojo, piñuelo y nato, planos lodosos llenos de chorlitos, pianguas, litorinas-piacuil, cangrejos azules y cangrejos rallados, acantilados llenos de bivalvos u ostras, volcanes de mar o crustáceos balanos, gusanos poliquetos, y neritas, demuestran la diversidad no solo geomorfológica, sino de vida de estas localidades del Pacífico colombiano.
Si a todo esto se le suma que las mareas en el Pacífico son completamente diferentes a las del Caribe que casi ni se sienten, usted entenderá que en el Pacífico son como una montaña rusa de escenarios y que en su promedio de baja mar, 6 metros de agua cada marea, y de 7 metros cuando el mar “empuja en Puja”, entonces se logra entender que solo ese fenómeno natural, cambia la playa cada 6 horas de baja y de subida, porque la playa nunca es igual, nunca se repite, y por eso es necesario entender que las playas y la costa del Pacífico junto con sus comunidades, son un escenario de resistencia todo el tiempo para tratar de adaptarse a este ecosistema megadiverso y sobre todo cambiante.
Y entonces, ante tal escenario asombroso y surreal, ¿quién no ha disfrutado una caminata por las playas de Juanchaco y Ladrilleros hasta llegar a la Barra?, porque así son estas playas del Pacífico, extensas, únicas, maravillosamente diferentes, que se acabe la cotidianidad, que esto es el ‘Pacífico Exótico’. Y estas playas son tan diferentes que hasta oscuras son, y como no, si son oscuras porque tienen la diversidad de los minerales que poseen los ríos que convergen en estas aguas de mar, son oscuras porque son exóticas, son oscuras porque son el sabor de Colombia, son oscuras porque son la conjugación de todos los colores del arcoíris natural de formas y ecosistemas estratégicos que yace en esta región de Colombia, son oscuras porque son el complemento de las playas del Caribe que consolidan la mega diversidad de Colombia. Aquí en estas playas exóticas y únicas el viajero debe entender la belleza desde lo natural, autóctono, orgánico y sublime.
Hoy estas playas, esteros, manglares, acantilados y mar que cada año se llena de la maravillosa visita de las ballenas jorobadas se están llenando de turistas que se ven atraídos por lo exótico de la naturaleza y la cultura de este lugar, que, como la otra maravilla del planeta, poco a poco está siendo descubierto como la perla negra que es. Pero, lastimosamente entre la inconciencia del mal viajero que a veces llega más por moda que por estilo de vida natural, con su idea de consumo y destrucción, o la indolencia de las ciudades que se ubican a orilla de los ríos que llegan y que junto a Buenaventura en cada marea les envían una buena carga de residuos sólidos a este lugar que se reflejan en la baja mar. Todo esto sin duda, pone en riesgo el futuro de estas comunidades y de este paraíso colombiano, y por eso, las acciones locales que hoy se desarrollan por los líderes y lideresas locales en pro de salvaguardar este territorio de naturaleza y cultura, son tan validas como su propia resistencia por no desaparecer, solo falta que los gobiernos de turno volteen la vista para esta zona que tanta riqueza le entrega al país.
Pero entonces ¿cómo cambiar esta realidad? en medio del olvido, la exclusión y la falta de presencia institucional, ¿cómo hacer realidad la utopía? ¿cómo mejorar el bienestar de estas comunidades?, pues en medio de estas preguntas, soñar se vale, creer que es posible también, y es ahí donde aparecen los visionarios, que si se quedan solo en la visión de la necesidad se convierten en ilusos soñadores, pero que si son visionarios que con trabajo duro y gestión logran hacer realidad su visión, se convierten en triunfadores. Pues así es esta parte de la historia, es un reconocimiento a la constancia y al trabajo duro y bien hecho, desde la soledad institucional, desde la berraquera del que cree que, si se puede, y que desde la conjugación de la locura y la terquedad de lo que debe ser, hace posible que el mundo reconozca que somos colombianos.
Pues sí, así es esta historia de un visionario de la vida como Juan David Serna quien un día se propuso que las playas del Pacífico no fueran solo oscuras de exóticas y biodiversidad, sino azules de sostenibilidad, para evitar que todo lo anterior siguiera llevándose un pedacito de la diversidad de Colombia, pero además para que el mundo pusiera sus ojos en este rincón de América, que, bañado por un océano maravilloso como el Pacífico, es la expresión de la existencia misma. Y así, sin más ni más, Juan David se trazó una meta, la de tener la primera ‘Playa Bandera Azul del Pacífico colombiano’ y ante la incredulidad de algunos se puso junto a su equipo de Magüipi a hacer realidad este sueño. Y ¿saben una cosa?… ¡Lo logró!
Definitivamente no ha sido un trabajo fácil, porque ¿cómo lograr? que quien lidera este proceso en el mundo como lo es la Fundación Europea de Educación Ambiental, y que junto con las Naciones Unidas, la Organización Mundial del Turismo, la Federación Internacional de Salvamento y Socorrismo, la Agencia Europea de Medio Ambiente, la Unión Europea para la Conservación de las Costas, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y el Consejo Internacional de la Asociación de la industria Portuaria, creyeran y confiarán en las ideas y buenas intenciones de un hotel de la costa pacífica en Colombia. Pues sí, así solos al inicio y con su berraquera, se pusieron a cumplir con la lista de acciones e indicadores de calidad verificables que esta estricta certificación exige a las playas del mundo.
Trabajar en temas como la información y educación ambiental, calidad del agua, gestión ambiental, seguridad y servicio no ha sido fácil pero como dice Juan David:
“Ha valido la pena, no solo por el reconociendo que hoy tenemos, sino porque cada día el tipo de viajero que llega a Magüipi sabe que es un viajero responsable que le gusta la naturaleza, pero con el confort del servicio bien prestado, y que con su viaje está apoyando esta apuesta mundial por la conservación del planeta desde el Pacífico colombiano”.
Hoy Magüipi ha logrado gracias a su liderazgo, que este sueño de hacer que las playas del Pacífico no sean solo exóticas sino azules y sostenibles, sea posible, por eso ahora trabajan con otras institucionales nacionales e internacionales para que más playas de nuestro Pacífico también se vean más azules.
Recuerda ser un viajero responsable, visita esta playa azul que es orgullo vallecaucano y de Colombia para el mundo…Contamos contigo.
Por: Germán Morales, docente y director de la Escuela de Turismo de la UAO.
Fotos: cortesía del Hotel Magüipi.
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