Por: Armando Rojas Flórez. Fotógrafo Profesional. Docente Facultad de Comunicación Social. Profesional Asociado Escuela de Turismo. Universidad Autónoma de Occidente. 

Cuando voy caminando por la calle, cuando voy a cruzar una esquina con cámara al hombro, me pregunto ¿con qué especial momento o escena me voy a encontrar?, ¿con qué me voy a enfrentar?, para maravillarme como lo hace el lienzo de situaciones que vivo a diario y que imagino en cuadros de fotografía, ¿Acaso me toparé con alguna situación casual de alguien con sus amigos, un niño llorando o un perro tomando el sol? También me pregunto constantemente en esta larga carrera de fotógrafo ¿Qué se requiere para lograr una imagen perfecta? ¿O casi perfecta? Pero, ¿qué la hace perfecta? O ¿Quién decide que sea perfecta? ¿Qué la hace bella?  ¿Qué no? ¿Puede ser bella desde la fealdad? ¿O viceversa?

¡No encuentro respuesta! ¿Cómo definir si algo es bello o no? ¿Será que la belleza existe solo para aquel que la puede ver? ¿Y la fotografía me ayudará a buscar respuestas? ¿Acaso puede ser objetiva? 

¡No encuentro respuesta!

Llego a la esquina, y al cruzarla, no vi nada de lo que esperaba me podría sorprender. Pero de repente de la nada, solo veo un pedazo de teja de zinc ondulada y oxidada colgando de una pared.  Me emociono, mis ojos brillan. Me brinca el corazón. Algo me atrae con misteriosa seducción. El viso de color cobre, dorado y rojizo de la lámina resaltados por la luz lateral de la mañana, atrapan mi mirada. Y sin pensarlo mucho, ya la capturo en mi retina. Y seguidamente en la cámara. Me retiro. La admiro nuevamente en la pantalla y es solo allí que encuentro la respuesta.

¡Encontré belleza en una lata oxidada! ¡Qué extraño todo! Pero al mismo tiempo, ¡qué fácil entender todo!! ¿Acaso tendría que recitar de memoria un tratado largo y tedioso sobre la estética de los objetos, de las cosas sencillas? Mientras miro emocionado la foto. Y así, emocionado llego a casa. Abrumado por la revelación en la esquina, me dispongo a viajar. A visitar las montañas, el páramo, los valles, los ríos y cascadas, encontrarme con la neblina, la flora y la fauna, las casas campesinas, algo que en verdad me activa todo. Ahí estoy listo para hacer una sesión de fotografías al aire libre, una sesión para estos destinos vallecaucanos de turismo de naturaleza. 

Encontramos aquí el primer gran reto para la fotografía y la buena imagen para destinos de turismo de naturaleza, pues a diferencia de la fotografía en estudio donde se puede controlar todo y ajustarlo a las necesidades y caprichos personales, hacer fotografía en medio de la naturaleza que es lo que he estado haciendo en los últimos años para procesos de turismo de naturaleza no es tarea fácil, con luz ambiente (tan impredecible y cambiante) y zonas abiertas llenas de posibilidades y de cuadros. 

Ya estoy en la montaña. La luz penetra tímidamente la neblina acaricia caprichosamente los altos árboles nativos, las palmas de cera y otra serie de árboles gigantes.  Una pequeña casa se asoma a sus pies. Con el tiempo he aprendido que de la manera como percibimos, así nos comportamos y así se despiertan en nuestro ser las distintas emociones, algo que el fotógrafo de naturaleza debe tener muy claro, nuestras fotos son nuestras emociones y esas emociones son las que hay que transmitirle al público, al turista y al viajero.

Es aquí donde quiero invitar a todos aquellos que se inician en la fotografía de naturaleza que pongan su atención, pues siempre la luz y por consiguiente el color, tienen influencia directa sobre el pensamiento, el estado de ánimo y el comportamiento del que después va a observar nuestras fotos. En ese detalle, Luz y Color esta la magia de una buena foto. Entonces quiero llamar la atención, en que la luz no solo afecta o ayuda a percibir el color, sino que también ayuda a percibir la forma de los objetos y texturas. ¡El mensaje aquí en la montaña es claro! Qué maravillosos son nuestros ojos, nuestro cerebro. ¡La creación misma!

Quiero recordarles que la percepción que tenemos del color, surge como resultado de la interpretación que hace el cerebro al recibir la luz reflejada de los objetos transformándolos en impulsos bioeléctricos. Por eso cuando quieran tener una buena imagen para promocionar su destino, su emprendimiento, servicio o producto, deténgase y observe muy bien las cosas maravillosas que hace la luz. Su radiación electromagnética es capaz de excitar el ojo humano produciendo sensaciones visuales y ayudando a entender la importancia de las emociones en nuestras decisiones, incluso de compra o de querer estar en un determinado lugar. Es por ello, que imágenes con un cielo azul, un sol radiante hace vibrar el círculo cromático estallando en alegría y en movimiento. 

Otro aspecto que no nos podemos olvidar es que, en la naturaleza, el paisaje es cambiante. Siempre nos moveremos desde los vibrantes verdes de sus montañas pasando por los amarillos y rojos de las paredes, columnas y pasillos de la casa de campo. Flores de pétalos violetas y naranjas, azules y amarillos, aves e insectos de mil colores, están frente a nosotros para recordarnos lo ciegos que somos. Es por ello, que para tener el mejor espíritu para una fotografía naturalmente calidad y llena de matices para el destino, es importante aprender, cómo sin duda lo he podido hacer en este largo camino de la fotografía, el lenguaje de las cosas simples, de “aquellas pequeñas cosas” como dice la canción. Sin pretensiones y sin ningún asomo de vanidad, podemos concluir entonces que para que nuestras fotografías e imágenes sean de calidad, vendedoras de emociones que inviten a conocer nuestras experiencias y destinos, deben contar con el equilibrio de la Luz y el Color.

Y es ahí donde desde mi experiencia en fotografía puedo decir que la luz y el color me han enseñado una lección, no solo de entender qué es bello y qué no, sino más bien, de entender que la vida es una sola, que debe ser sencilla, simple, tranquila, y que, en estos destinos y la fotografía de espacios naturales, encontré el paraíso para testificar la grandeza y hermosura de muchos destinos por descubrir.  Aporte sensible que obliga a decir como alguna vez lo expresó Gide: “siempre, he creído que los grandes artistas son aquellos que se atreven a otorgar derecho de hermosura a cosas tan naturales que hacen decir después a quien las ve: ¿cómo no había comprendido hasta ahora que esto era tan hermoso?”. La fotografía te lo hace entender.

¡Por fin encontré respuestas!

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