Por: Germán Morales Z, Profesor y Director de la Escuela de Turismo UAO
Ubicado en el corazón de la selva tropical en la cordillera Occidental, el Parque Nacional Natural Farallones es un refugio de vida, biodiversidad y paisajes que emergen entre bosques, fauna y ríos de aguas cristalinas. Este santuario natural es un mosaico de conservación que abarca desde bosques secos hasta selvas tropicales lluviosas, donde la biodiversidad se ha convertido en el pilar de la resistencia y adaptación de las comunidades locales. En medio de esta riqueza natural, prácticas ancestrales y nuevos enfoques como los negocios verdes confluyen en un esfuerzo por preservar este invaluable entorno.
La cuenca del río Anchicayá, con su exuberante vegetación y sus paisajes espectaculares, es el escenario perfecto para vivir la magia del Pacífico colombiano. A pesar del olvido y la exclusión histórica, las comunidades locales han forjado historias de resistencia que deben ser contadas para recordar al mundo que, en esta tierra de diversidad, la vida florece a través de la perseverancia comunitaria.
El Parque Nacional Natural Farallones y la cuenca de Anchicayá resguardan una joya de incalculable valor. Las aguas verdes, llenas de esperanza y vida, nos invitan a soñar con un futuro donde la naturaleza sea protegida y valorada. La finca La Oculta, un proyecto ecoturístico, científico y comunitario liderado por la familia Córdoba, es una muestra de este compromiso con la conservación. En colaboración con Parques Nacionales Naturales de Colombia, han creado un espacio único que busca conectar a las personas con la magnificencia de la naturaleza y la biodiversidad.
Sandra, Nelson y Bairon, miembros de la familia Córdoba, han apostado por el ecoturismo y el turismo comunitario como estrategias para preservar su territorio. Desde el saludo fraterno hasta las caminatas guiadas por el bosque, la finca La Oculta es un lugar donde los sueños de conservación se convierten en realidad. Los visitantes son recibidos con calidez y una conexión profunda con la naturaleza, mientras exploran senderos que revelan los secretos de este paraíso oculto.
Al caminar por los Farallones, cruzando el puente colgante sobre el río Digua, se entra en un mundo encantado. Cada paso por el bosque es una invitación a reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza, reconociendo la deuda pendiente que tenemos con el medio ambiente. Este lugar es un recordatorio de que, en medio de la inmensidad de la naturaleza, nuestra reconexión con ella es esencial para nuestra supervivencia.
La finca La Oculta y su ruta por el río Anchicayá, con sus 24 charcos cristalinos, ofrecen una experiencia única que trasciende lo físico. Aquí, los visitantes no solo se maravillan ante la belleza del paisaje, sino que también encuentran una profunda conexión espiritual y emocional con la naturaleza. A medida que recorren estos caminos, acompañados por guías locales como Bairon y Nelson, la esencia de la vida se revela en cada rincón.
En La Oculta, la naturaleza y la historia se entrelazan. Las piedras talladas que se encuentran a orillas del río nos recuerdan el paso de los antiguos habitantes de la región, como los Calimas. Estos vestigios ancestrales son testimonio de la relación milenaria entre las comunidades y la selva tropical. Hoy, caminar por estos senderos es un privilegio que pocos pueden experimentar, una oportunidad para reconectar con la naturaleza, la historia y uno mismo.
La experiencia en La Oculta es mucho más que una simple visita. Es un viaje hacia la esencia de la vida, donde la naturaleza, la historia y la espiritualidad se encuentran en perfecta armonía. Aquí, los visitantes redescubren su lugar en el mundo y se convierten en guardianes de este paraíso oculto, comprometidos con la conservación y el respeto por la naturaleza.